jueves, 17 de abril de 2008

O

Hace muchos años, en un pequeño pueblo del sur de Polonia, uno de los más importantes escritores de ese país, dijo que toda narración, ya sea cuento, novela, poesía, se extendía por incapacidad del hombre. Explicó que toda perfección debe tender a la mínima expresión. Para aclarar su teoría, propuso tomar su propia obra, y con el tiempo, publicarla nuevamente pero más reducida. Un cuento de diez páginas, así, tendría siete en la próxima edición. Lo mismo con las novelas. La gente se interesó por las primeras ediciones, pero lo fue abandonando a medida que el mismo cuento se publicaba diez o doce veces, se perdían personajes, descripciones, diálogos. Las editoriales se negaron a seguir con el juego. El escritor usó sus propios fondos para continuar con su idea. Su obra original constaba de cuatro novelas y ciento doce cuentos. Todo se repetía y se achicaba. Antes de morir publicó dos libros. En uno de ellos, al abrirlo, se leía la palabra “tiempo”. En el último, en la única hoja, arriba, a la derecha, podía leerse una sola letra: “o”


Over.

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