lunes, 21 de abril de 2008

Procastinación, y la tirana niñez o algo así


(La traducción es rápidamente mía. No pude disfrutar de las traducciones ibéricas que nos ofrece Anagrama a todos los centroamericanos, sudamericanos y demás yerbas.)


(...) He's half-aroused sexually as he moves closer to Rosalind. (…) He thinks of sex. If the world was configured precisely to his needs, he would be making love to Rosalind now, without preliminaries, to a very willing Rosalind, and afterwards falling in a clear-headed swoon towards sleep. But even despotic kings, even the ancient gods, couldn’t always dream the world to their convenience. It’s only children, in fact, only infants who feel a wish and its fulfilment as one; perhaps this is what gives tyrant their childish air. They reach back for what they can’t have. When they meet frustration, the man-slaying tantrum is never far away.

Mientras se acerca a Rosalind, siente cómo se excita su sexo. Piensa en el sexo. Si el mundo se configurase de acuerdo a sus necesidades, él le estaría haciendo el amor a Rosalind ahora, sin cuestiones previas, a una muy dispuesta Rosalind, para después sentir la claridad mental que lo depositaría directo en el sueño. Pero aún los dioses de la antigüedad o bien reyes despóticos eran incapaces de soñar al mundo de acuerdo a su conveniencia. Sólo los niños, en realidad, sienten a la vez, un deseo y el cumplimiento de ese deseo; hasta quizás sea eso lo que les da ese aire infantil a los tiranos. Apuntan a lo que no pueden conseguir. Y cuando deben enfrentar la frustración, la cólera del asesino siempre está cerca.


Ahora al grano.

Ian McEwan es un escritor inmenso. Sus obras se colman de reflexiones y digresiones, acumulaciones sublimes.
Saturday, obra a la cual pertenece el párrafo anterior, es una obra singular que se afirma en las reflexiones de un neurocirujano londinense durante un día sábado. La novela es exquisita, pero adivino que no es para cualquier lector. Si Saer les parece pesado, si Marechal les parece complicado, si Henry James les parece enredado o confuso y si Joyce les parece directamente insoportable, pues no será ésta La obra de McEwan que les deparará un buen momento.

Pero vamos al párrafo en cuestión. Lo elijo porque me hizo recordar la palabra “procrastinación” que con tanta amabilidad me enseño B. Procrastinar sería algo así como evitar situaciones, suplantándolas por otras más agradables. Uno debe resolver un problema, pero en vez de ocuparse del mismo, realiza actividades generalmente irrelevantes que den un placer como suplencia al enfrentamiento necesario. En realidad, ese fue mi recuerdo, pero McEwan hace referencia al impacto de la racionalidad en los adultos. Lo instintivo sufre un encapsulamiento que la razón se place en vigilar. Podemos retrasar el deseo por satisfacción o por necesidad, pero es un signo de nuestra “adultez” (¿debería decir madurez?) el que seamos capaces de tal aplazamiento. Los niños, en cambio, con su perentoriedad, no disponen de esta herramienta, y aquí Mc Ewan los compara con los tiranos. Tomemos a Saddam, por ejemplo. Si alguien lo trata mal y le da ganas de matarlo, va y lo mata, simple. Cuando tenemos una profundidad más elocuente, el asesinato queda en el deseo y nada más. Los tiranos son peligrosos porque asumen una condición infantil que en un adulto es gravísima. Que un niño quiera algo y no lo obtenga y llore o rompa otro juguete, es entendible e inofensivo. Que lo haga un Pinochet, por ejemplo, representa cientos de miles de bolsas llenas de cadáveres.

Over.

No hay comentarios: