domingo, 20 de abril de 2008

Sincronicidad, Jung y mi ficción


En estos tiempos de neurotransmisores, recaptadores y pastillas del amor, brasas racionales que queman la piel de los gurúes esotéricos, todavía nos queda un tiempito para mezclar la ficción y la ciencia en un puñado de palabras. Y qué mejor que la sincronicidad jungiana para seducir nuestra esperanza. Organicemos.

Según Jung, “la sincronicidad consiste esencialmente en equivalencias casuales“. Agrega que no es una opinión filosófica sino un concepto empírico que postula un principio necesario para el conocimiento“. Y resume. “La sincronicidad en sentido estricto no es más que una particular instancia del ordenamiento acausal general.

Está bien, no se entiende mucho con esta definiciones, así que intento con esta explicación que seguro sorprenderá a más de uno:” Encendemos la tele por la mañana y vemos un documental sobre los axolotl. Al mediodía nos llama un amigo y nos dice que leyó el cuento de Cortázar y que le pareció hermoso. Volvemos caminado a casa y entramos a una veterinaria y vamos a las peceras y sólo queda un… axolotl!” ¿Entendido? Son como lucecitas que se despiertan, arrogantes, y nos hacen saber que estuvieron juntas en un determinado tiempo. Volvamos a Jung.

Carl Jung, amigo – ex amigo de Freud, a quien le debemos el concepto de complejo y de inconsciente colectivo, se entreveró con estos “sucesos” que le eran contados por sus pacientes. Pero Jung era psiquiatra, y como buen médico, al bichito positivista lo tenía bien internalizado. Las teorías no podían ser simples recopilaciones de hechos, de ningún modo, tenían que investidas de rigurosidad científica, y es así como intentó elaborar una “explicación” de la sincronicidad.

En primer lugar apuntó lo que dio en llamar “situaciones arquetípicas”, como por ejemplo la adolescencia, la muerte, un hecho desgraciado, las crisis de mediana edad, etc. De algún modo postuló que estos hechos sincronísticos tienden a surgir durante esas situaciones. A priori parecería que la sincronicidad está a caballo de los sueños anticipatorios y la famosa profecía autocumplida. Sin embargo, quedan hilos sueltos, ya que la relación causal entre los hechos no siempre importa un signo excluyente, y su simbología parece muchos más hermética de lo que concebimos en un primer momento

A ver, cuando Jung se pone más declarativo, afirma que: “la clásica imagen física del mundo está sostenida en cuatro principios ordenadores: energía, continuo espacio-tiempo, conexión constante por efecto (causalidad) y conexión inconstante por contingencia, equivalencia o significado (sincronicidad)”

Ok, esto último agregó más leña al fuego de la confusión, lo sé. Intentaré por este lado: Hay que tener en cuenta algunos conceptos. Por ejemplo, Jung habla de un saber preexistente o de pre saber (en esto último roza a Theilard de Chardin para quien la materia aparentemente inanimada tiene una “pre-vida”) Es decir que los fenómenos sincronísticos apelan a una genética, a un proceso anticipatorio y a un descenso de nivel de consciencia y la consiguiente corriente de energía que fluye a lo inconsciente permite que se produzca en ese caso una relativización del espacio y del tiempo como si espacio y tiempo se pudiesen “contraer, estirar o anular”. En otras palabras, nuestra mente se hace permeable a realidades que circulan en otro segmento o alineación en comparación a lo que llamamos comúnmente realidad.

Después de todo esto, sólo me resta agregar que la sincronicidad no ha sido investigada seriamente por ningún científico, y a decir verdad, parece tan endeble su potencial utilidad que raramente se intente volver sobre el tema. En mi humilde entender, Jung necesitó de una teoría aceptable, y en muchos casos abusó de la simbología, del mismo modo que los numerólogos nos pueden dejar boquiabiertos con deducciones maniqueas. A su vez, Jung era un estudioso de la astrología, las filosofías orientales y la religión, saberes que evidentemente invaden cualquier pensamiento. Y en donde mete la cola la religión…ok, frenemos.

Más allá de mi opinión, en lo que a mí respecta, este asunto de la sincronicidad despierta un recuerdo y una ficción. El recuerdo es obviamente el disco de The Police, con esa letra de Sting en la que expresa la idea de causa y efecto en el devenir de la vida. Mucho más tarde llegó a mí el conocimiento del efecto mariposa, pero eso es otra cosa.

La ficción, con avergonzada confesión por lo simple, sería la siguiente: El Universo, y esto a lo que llamamos vida, es una secuencia en continuo, como el sinfín de las herramientas. No es que las cosas se repitan sino que suceden de una vez, y esa única vez vuelve a girar porque carece de principio o de fin. Cuando se supone que va a terminar, comienza otra vez, pero no como duplicación sino como carencia de sucesión. Por lo tanto, de algún modo nuestra vida no va de una juventud a una ancianidad de manera lineal. Ese particular ordenamiento hace que lo que pensamos futuro quizás sea un pasado, tanto como en el espacio exterior, las nociones de arriba o abajo son convenciones y nada más. No hay ni izquierda ni derecha. Un recuerdo, una precognición o un sueño anticipatorio quizás no sea más que la consecuencia de un hecho ya vivido, un simple eco común y corriente. Del mismo modo que cuando nos concentramos en un tema, creemos ver que todo a nuestro alrededor se relaciono con ese contenido, la sincronicidad tenga más que ver con un re ordenamiento del tiempo y no con una cuestión parapsicológica o de misterio al que nos es vedado el ingreso.

Para terminar.

1) Lo último es una ficción. ¿Tendrá esa clasificación un componente peyorativo en este caso?

2) Jung murió hace unos 47 años. Sí, nada. Lo conoció a Freud y murió ayer nomás.

3) ¿Es la sincronicidad un atributo del deja vù? ¿Son lo mismo? ¿No tienen nada que ver?

4) Si al leer este post, Ud ha sido presentado a este concepto, digamos, hoy a la mañana, estaríamos ante un caso muy particular: Un hecho sincronístico que se une a sí mismo. Un anillo de Moebius Jungiano. Una paradoja a lo Russel.

5) Mañana me despierto a las 9 y no tengo nada de sueño. No debo olvidarme el wok que me prestó Claudio. Hace días que me lo pide y si no se lo llevo me mata.


Over.

Pd: Amit, esto es todo al respecto, no puedo simular que creo en lo que no creo. Ya sé que Jung le decepcionó el modo en que su Padre entendía a la Fe. Quizás yo te decepcione también. Pero yo no soy Jung ni vos mi hijo. Otra cosa: Nuestro querido Carl Gustav no tuvo la suerte de compartir los adelantos en genética, el mapa del genoma humano o la Ley de Moore. Tanto él como Sigmund se hubiesen hecho un festín, no lo dudes. Shalom, my friend!

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