sábado, 19 de mayo de 2012

No mires.


Lina vivía en una casa enorme. La cocina daba a un jardín de invierno que su madre cuidaba todo el tiempo. Lina fumaba todo el tiempo. Lina nos miraba a Tini y a mí y, masticando humo, nos decía: Siempre con esas plantas, se termina mimetizando, pudo ser una gran mujer, todo es culpa de papá. O de ella. Voy cambiando las culpas con el tiempo.
Tini me largaba sus ojos de hartazgo. Yo le contestaba con indiferencia. Después nos íbamos al parque a perder el tiempo.

Aquella vez, Tini habló del basilisco. Es como un ser mitológico, que según dicen, te podía matar con la mirada.
Lina dijo que le sonaba a varias mitologías. Tini preguntó cuáles, pero Lina dijo no recordarlas en ese momento.
 Tini agregó: Es como una serpiente con alas, y con cabeza de pájaro. Qué fantasía tan eterna, ¿no? Cualquiera dice eso de “te mató con la mirada”. Sólo que éste te mataba en serio. Qué bueno tener ese don.

Lina tosió dos veces y pisó el cigarrillo. “No, sería terrible, lo que mirás se muere, o vivís con los ojos cerrados o terminás como Edipo”.

Sería como el mito del Rey Midas, por lo del don falsamente positivo, digo.

Lina encendió otro cigarrillo y Tini deslizó un “puede ser”. Cuando volvimos, buscamos unas fotos de ese basilisco. Al final no las encontramos y terminamos jugando al dominó. Y yo perdí. Y Lina ganó. 


Over.


jueves, 17 de mayo de 2012

Alguien lo sabe

Laura S. no sabe su edad. Quizás nació en diciembre, o en enero, o a lo mejor la recibió el primer frío de abril, del año 1974, o 1975, o 1976. Alguien lo sabe. Ella no. 

Hay de todo: partida de nacimiento falsa, historias parciales, silencios necios. Silencios.
Laura tuvo una mamá y un papá. Alguno tenía la piel clara, los ojos rasgados, la boca de labios grandes. Casi seguro que la mamá tenía el pelo enrulado, con esos rulos muy pequeños que parecen repetirse como en una pintura.

Laura preguntó en todas partes. Dos personas tienen la llave, pero callan. Entonces hay que girar por todos los ministerios, las agencias del gobierno, las ONG, los abogados, el amigo de algún amigo que recuerda algo.

Laura recuerda un Ford Falcon verde que la sigue, hace mucho tiempo, desde esa edad en la que nadie recuerda nada.

Hay una estepa del dolor, ahí donde se funde el espanto con el coraje, y el lamento se tramita en la noche, con la guardia baja del sueño, y por eso los sobresaltos en medio del viaje.

Laura S. me contó todo de golpe, como uno de esos directores que cargan la película en su mente, cuadro por cuadro, con cada diálogo y cada mirada. Por eso la emoción se traslada como si el que la cuenta no participara del hecho. Yo la escucho. La escucho seguido, mirando fijo y repitiendo fechas, negativas, llamados telefónicos. Yo la veo detrás de una puerta, furtiva, escuchando que es adoptada, corriendo de vuelta a su habitación para jugar en otro mundo. Yo apenas conozco a Laura S., pero tengo un amigo.

Tengo un amigo. Entonces todo se resbala. Llamo a alguien que llama a otro, y la rueda da el giro nuevamente, para avanzar esta vez, ansiosa de rumbo y fin.

Ser libre también significa conocer nuestra identidad. Algo que en la mayoría de los casos es un proceso implícito, para otros se transforma en una serie de puertas que se espejan continuamente.

Yo soy un instrumento. Encendí una luz que quizás le permita a Laura S. ver mejor. Para que yo vea mejor. Para que todos y cada uno de nosotros pueda develar vida. El azar, a los que hacen cosas malas, casi siempre les juega en contra. Que así sea.


Over.

 

martes, 15 de mayo de 2012

Cumplió.


Murió Mario Trejo. No alitera a la perfección, es verdad. Casi. Qué importa, si se murió, idiota. Idiota, tú, es un señor poeta. ¿Lo conocías? 

Escribió:

"El tiempo es una paciencia
amargamente presentida
y elástica"

Escribió:

"Y el hijo concebido a dulces empujones"

Escribió:

"Llamar y ser llamado
El resto poco importa
Los labios de esta herida
Habrán de hacer las paces"

Escribió:
  "Ha llegado la hora.
Confesaré.
Daré datos precisos.
No mentiré.
No caeré en contrabando.
Tomaré todas las drogas.
Acataré lo sagrado y lo profano
su único hijo
nuestro dolor.
No codiciaré la muerte del prójimo.
Me revolcaré sólo de amor.
La noche, sabemos, etcétera, etcétera, etcétera.
El alba
ya lo dije es oficio de sobrevivientes." 


Escribió (y aprendí):

"La palabra lobo no muerde./ El que muerde es el lobo./ La palabra no muerde./ El que muerde es el poeta.”





Over.

lunes, 14 de mayo de 2012

Palabritas



Debo volver, pero no. A manotazos busco el sueño que todavía hierve, activado de noche y sopor. Fuerzo los ojos y lo busco mentalmente, buceo para componer la imagen, una, dos, tres, y ahí estoy, armando el escudo. Sé que no es verdad, pero es real. No, es al revés, es real pero no verdadero. 
Qué importa, no quiero volver del sueño, si es el mismo café, las pastillas y gente que llama. Gente que llama pero no muere. Tini me diría: "Imelda May bien alto y se te sacude el alma." Pero yo no quiero volver del sueño, quiero permanecer allí, lento y grávido de la bruma alucinada. Y que sea así, una transición y el olvido.



Over. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Pozo negro




Rosado y humo, del cielo cuelga la Ciudad
Anida mi territorio, te cerca y te confunde.
Yo cuelgo, lluvioso, desde la ventana,
Corre un frío gris. Estoy ansioso. Me cierro
Tiro la basura, odio los rompecabezas, no espero.
Peldaño a peldaño, la escalera me sube, no llego.
Pierdo el aliento o empujo la puerta. No hay llaves.
No hay llaves.
Hay Ciudad.
Hay noche.
Y yo, hoy, que no soñaré con peces



Over.

Máscaras.

Primero yo.
El apellido Nothomb, a mí, me lleva a tothom, que junto a gaudeix y amb, son algunas de las palabras catalanas que más me gustan. Entonces me quedo leyendo el nombre, Amèlie Nothomb, y después viene el resto. Entonces sigue la autora, el libro, la historia. La literatura.

Segundo, ella. 
Puedo fácilmente saber que Amèlie Nothomb nació en Japón, vive en Bélgica, escribió más de veinte novelas y tiene cara de mimo. Y que tiene gran éxito. Y que escribe en francés.

Se habla mucho de Amèlie Nothomb.

"Cosmética del Enemigo" fue escrita hace diez años. Yo la terminé ayer. Se lee en dos días. Es una novela corta o una nouvelle larga. No importa, se lee sin pausa.

Tercero, el libro. 
Qué decir de esta historia sin contar la historia. ¿Que se trata de un diálogo entre dos personas? Sí, claro, pero no puedo decir mucho sin anticipar el final. ¿Qué se trata de un diálogo absurdo? Puede ser, pero debo callar antes de tiempo. ¿Que puede preverse el final? Es posible, también, pero no degrada el relato.

Mejor digo que apenas empezamos, sentimos al gran Bartleby, no por el argumento, claro está, sino por la tensión de aquiescencia que se va dando al comienzo. Con el correr de las páginas, nace la empatía, odiando a uno de los personajes, y compadeciendo al otro, o más bien no entendiendo por qué no se levanta y se va. Pero cuando despunta el hastío, la historia da un primer vuelco. Volvemos a tomar posiciones, y otra vez, cuando nos acomodamos, llega la estocada final que se va derramando hasta las últimas tres palabras repetidas.

Último, la opinión.
 Estamos ante una obra que oscila demasiado en su brevedad. De repente nos atrapa y enseguida nos suelta. Cuando creemos que la historia se distingue, observamos que pierde vuelo. Cuando estamos convencidos de la originalidad, algo se confunde en lo previsto. Sí, está bien, pero cuando está por perder el rumbo, se termina. Frenar, antes de caer, no es poca cosa. Para nada, poca cosa.


Over.

martes, 8 de mayo de 2012

Viaja bien. John Barth.




Habría que ver. 

En el viaje en el tiempo, pasaría por 1956 y le preguntaría a cualquier lector de The Floating Opera su parecer. Le diría que yo existo 56 años después (qué extraña quedó la última oración, algo está mal, pero queda bien). Eso sí, antes de que se ría de mi tonta ocurrencia, le pediría que me cuente qué sintió al leerla, porque usted sabe, dentro de 56 años habrán cambiado muchas cosas, como puede imaginar, la gente habla por teléfono por la calle, casi no hay discos, la televisión tiene mil canales y los coches van mucho más rápido. Es un poco triste, es verdad, pero no crea, hay cosas interesantes también.
 
Ah, sí, la novela. Usted puede creer que dentro de 56 años, esta novela es tan actual y fresca como ahora, es moderna, como se dice. A ver, el trío amoroso que forman Todd con Jane y Harrison, nos suena extraño, aún hoy, digo, dentro de 56 años. Quizás nos parezca más probable, si se quiere, pero no es la más común. 
La gente sigue pensando en suicidarse, o en entender al padre. No todos escriben un libro, claro, pero el sentiemiento está. ¿No le pareció fascinante esa sensación inminente de muerte que tiene el personaje a causa de su débil corazón, eso de creer que en un minuto, o dos, o un día, se acaba todo? ¿No es atrapante el modo en que todo se narra con humor e ironía, y a la vez golpea con una realidad pasmosa? Ni le digo de los apuntes "filosóficos", no tan profundos pero sí tan precisos. Y los viejos, los jóvenes, el miedo a crecer, la imposibilidad de trascender sin desanudar el pasado. O qué decir de esa empatía con el personaje cuando en vez de morir, decide matar a todos. Porque o nos pegamos un tiro, o bien borramos al mundo que nos rodea, con nosotros en medio. Nos vamos todos. Todos.

Por eso, sepa que dentro de 56 años, esta novela será tan grandiosa como lo es ahora, y el asombro es el mismo. Exactamente el mismo. ¿a usted le gustó tanto como a mí?


Over.